La viceministra cubana de Salud, Carilda Peña, ha recomendado quemar cáscaras de cítricos para ahuyentar a los mosquitos, una sugerencia que rápidamente generó polémica y asombro en redes sociales.
La propuesta, presentada como consejo de salud pública, parece más salida de un video casero de internet que de una política sanitaria seria. Es cierto que las cáscaras cítricas desprenden un aroma intenso y aceites esenciales con leve efecto repelente, pero su alcance es mínimo y pasajero. En ningún caso sustituyen el control epidemiológico ni la eliminación de los criaderos del Aedes aegypti, mosquito transmisor del dengue, el zika y otras enfermedades.
¿Acaso alguien puede negar que la involución de Cuba es alarmante? Cuando los responsables de la salud pública apelan a remedios domésticos y supersticiones en lugar de fortalecer la prevención, la ciencia y la infraestructura, el país se convierte en el escenario de un retroceso evidente y doloroso.
Hemos quedado reducidos al mito y a la apariencia. Sin alternativas reales ni medios para enfrentar los problemas desde la raíz, aceptamos soluciones improvisadas que solo maquillan el deterioro. En una nación donde el cambio profundo parece una promesa cada vez más remota, los discursos oficiales continúan elevándose sobre los altares del poder, proclamando lo que conviene al momento, a la permanencia.
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