Tétrico, el estado del hogar de ancianos en Cruces


Nos llegan denuncias sobre el estado deplorable en que se encuentran 40 ancianos —además de otros siete semi-internos— en el hogar de ancianos del municipio de Cruces. Enfermos, sin alimentos, prácticamente abandonados, orinados y defecados encima, permanecen bajo el cuidado de un personal mínimo que apenas puede brindar la atención más básica.

Urcio, uno de los internos a quien cariñosamente llaman “Muñeco”, llegó a estar amarrado durante un tiempo indefinido mientras se quejaba de frío. Otro de los ancianos falleció recientemente, víctima de uno de los tantos virus que circulan en la institución. El resto esperaba desayunar un simple cocimiento, porque no hay leche. El plato fuerte casi nunca existe y, cuando aparece, se reduce a un perro caliente picado en trozos, mientras los trabajadores meriendan apenas un vaso de sirope.


Los alimentos deben cocinarse en la parte trasera del centro, en un fogón improvisado de leña o carbón que comparte espacio con montones de basura. Buena parte de los trabajadores son hombres sancionados que realizan labores forzosas sin recibir un centavo por su trabajo. Es la auxiliar de limpieza quien termina bañando y atendiendo a cada uno de los ancianos, una tarea impuesta por Lázaro Quiñón, antiguo administrador, trasladado luego al hogar materno tras múltiples desfalcos… para seguir robando.

Todas las mañanas el hogar amanece lleno de orine y desechos fecales. Una sola jefa de turno intenta sostener lo insostenible, cuando deberían existir al menos tres. La nevera sigue cubierta de moho; una capa viscosa y repugnante compite con la suciedad acumulada debajo de las camas. A esto se suma el esfuerzo desmedido que debe asumir la única auxiliar de limpieza en un hogar que, además, carece de agua potable y de electricidad.


Nada de esto parece importarle a la directora, Anay Torres Pérez. A pesar de que la planta eléctrica lleva días sin funcionar, continúa recibiendo la cuota de combustible correspondiente. Peor aún: recientemente llegaron paneles solares al municipio y los jefes de Salud, en lugar de destinarlos al hogar de ancianos o entregarlos a los trabajadores más dedicados, se los repartieron entre ellos, extendiendo el privilegio incluso a sus familiares.

Sobran dedos para contar a las pocas personas que realizan un esfuerzo sobrehumano por cuidar a estos ancianos en el tramo final de sus vidas, pero es prácticamente imposible luchar contra la ola de desidia institucional que los aplasta, un sistema corroído por la corrupción y la insensibilidad absoluta.



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