Y el hombre nuevo, ¿dónde está? ¿Existe acaso? Tal vez ya no quede más que un hombre viejo, desechado por su propia utopía, o un hombre que se ha ido —agotado y desesperanzado— a cualquier otra parte.
El hombre nuevo fue aquel ideal imposible que las ideologías del poder intentaron imponer: un mito destinado a crear orden, obediencia, heroicidad y epopeyas masculinas de la Revolución.
Una noche del 11 de octubre de 1961 ocurrió una de las primeras y más siniestras persecuciones y humillaciones perpetradas en nombre de ese ideal de perfección. Aquella jornada fue conocida como la Noche de las Tres P: prostitutas, proxenetas y “pájaros”. Así se les llamaba —y, lamentablemente, aún se les sigue llamando— a los homosexuales, quienes fueron perseguidos por no encajar en el molde del hombre nuevo.
El régimen, casi como un dios, buscó al idealizado hombre nuevo: un sujeto que fuera feliz con menos, que aceptara las restricciones, carencias y sacrificios como virtudes, y que encontrara satisfacción en sus limitaciones. Era un equilibrio impuesto: mientras tuvieras poco, debías sentirte agradecido, disciplinado y “pleno” dentro del modelo que te ofrecían.
Virgilio Piñera, el poeta y escritor que exploró ese irracionalismo de diseño que llamaron “el absurdo”, fue apresado durante casi veinticuatro horas en el Castillo del Príncipe. Lo liberaron por temor a lo que pudieran decir los medios internacionales ante el clima de terror que ya imperaba. Ese miedo lo persiguió, sin duda; pero no logró silenciar la crítica que dejó en su obra.
Han pasado sesenta y cuatro años desde aquella redada del espanto. Díganme, el que lo sepa: ¿dónde está el hombre nuevo? Es aquel que se ha ido y vuelve convertido en un producto híbrido: con un imperialismo yanqui en los zapatos y un carro alquilado aquí, en la isla del hombre nuevo.
El régimen ha hecho infinitas concesiones para sobrevivir durante tanto tiempo. Ha permitido muchísimas cosas, siempre y cuando sean ellos quienes conserven el poder. Sus propios fundamentos han sido modificados por la fuerza increíble del pueblo y por el sentido común. Entonces, ¿durante cuánto tiempo continuará un sistema que ya nadie entiende ni quiere?
“Ingrato a Dios. Asesino alevoso. Enemigo del hombre: el que, bajo el pretexto de dirigir a las nuevas generaciones, les enseña un cúmulo absoluto de doctrinas extrañas y les inculca, antes que la dulce plática del amor, el bárbaro evangelio del odio.”
—José Martí
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