Nuestros locos de Cruces, a quien debemos cuidar


Si no hay medicina en los hospitales, ¿qué se puede esperar de los manicomios? Miles de estos enfermos deambulan por todo el país a la suerte de Dios, pues el estado cubano ni alimentarlos puede. Algunos son atendidos por la familia, pero la gran mayoría vive de la caridad. Y es a esas personas a quien va dedicada esta nota, a quienes practican la solidaridad humana, que ha de ser lo último en perder. En el pueblo de Cruces son varios los enfermos que conforman este pintoresco grupo, cada uno con su característica. El Jimagua, por ejemplo, que siempre está en la zona de la “Shopy”, merodea buscando algún quehacer. Y ya se le ve ayudando a descargar las mercancías que llegan a la tienda, recogiendo cartones y latas para sobrevivir, o cuidando que nadie se meta con las muchachas de la secundaria que pasan por allí. Odey, otro de nuestros famosos enfermos, es uno de los casos sociales más grandes de la provincia de Cienfuegos. ¿Alguien ha pasado por delante de la casa donde vive Odey y sus padres? Podrá ver el rostro real de toda la miseria. Pero aún así Odey se sienta en el parque sin importarle la intensidad del sol, piensa en Dios y comparte algún versículo de la biblia. Padilla camina las calles a cualquier hora del día, muchas veces con algo de comer entre las manos, o una tiza que le sirva para escribir o pintar. Habla y dice cosas increíbles, lo que demuestra una gran inteligencia trastornada ahora por su enfermedad. Puede que Tres Colores sea el más espantable de todos, pero se debe a las condiciones en que se encuentra, descalzo, sucio en extremo, así deambula por las calles del pueblo, aprovechando donde pueda conseguir algo de comer. Hay una mujer que al parecer viene de Potrerillo y cuando llega a Cruces, se detiene en medio de la carretera y abre los brazos como si fuera un Cristo redentor. A veces en el parque se queda con la vista fija, mirando hacia la glorieta o hablando casi en susurro con alguna estatua cerca de ella. Hay un poco de Don Quijote en nuestros locos, de magia, misticismo y hasta un espíritu artístico en cada uno de ellos. Ninguno ataca, ni ha de ser su enfermedad excusa para abusar de ellos. Son nuestros locos, y mientras quede amor propio y un ápice de solidaridad, es deber de los sanos cuidar de los enfermos, así como el fuerte cuida del débil. Hay muchas personas en el Pueblo de los MOLINOS que ayuda a estos enfermos ya con comida, un refresco o algo de dinero. Bendecidos quienes practican esa acción tan benéfica cada día. 

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