“El amor comienza por engañarse a sí mismo, y a veces logra engañar al otro”.Oscar Wilde.


Oscar Wilde nació el 16 de octubre de 1854, en Dublín, Irlanda. Su madre, Lady Jane Wilde, era poetisa, nacionalista y feminista, y su padre, William Wilde, un eminente cirujano oftalmólogo.  Jane Wilde, que firmaba sus textos con el seudónimo de Speranza, alimentó el inmenso talento de su hijo por las artes literarias y visuales, proporcionándole una educación exquisita a la que el joven supo sacar provecho. Wilde llegó a hablar fluidamente el francés, el italiano y el alemán. 

Este hombre  especial hizo estudios clásicos en Oxford, superó con excelencia los Mods, considerados los exámenes más difíciles del mundo, y se vinculó a la filosofía del esteticismo, de la que llegó a ser uno de sus mayores exponentes. 

Pero hablemos un poco de su madre, quien ejerció una poderosa  influencia en su vida.


Víctima de la moda, Lady Wilde  disfrutaba vistiendo trajes  vistosos y exuberantes tocados de joyas y plumas. Como no encontró amistades con las que compartir esta afición, la señora Wilde vistió  al pequeño Oscar con largos vestidos llenos de volantes.

De manera que Oscar Wilde pasó buena parte de su infancia vestido de niña.

No es el único caso de travestismo infantil en la historia de la literatura, autores como Howard Phillips Lovecraft, Rainer Maria Rilke  o Ernest Hemingway  fueron disfrazados  por sus madres con ropas de chiquilla por los más diversos motivos… 

“Dios hizo un mundo aparte para cada persona, y en ese mundo debemos intentar convivir todos juntos”. Oscar Wilde.

La historia de Lady Jane Wilde da para un libro. Aquí es solo un personaje secundario, eso sí, de indudable peso.…

La dama amó mucho a su hijo Oscar  hasta el final de su vida.  Cuando este fue citado a juicio por los rumores de indecencia y homosexualidad ella lo incitó a quedarse y a enfrentarse al tribunal diciéndole: 

“Si te quedas, incluso si vas a prisión, siempre serás mi hijo, mi afecto por ti no cambiará. En cambio, si te vas, nunca volveré a hablar contigo”.

El episodio que acaba con Wilde en la cárcel da muestra del carácter ingenuo  de nuestro autor y de la excesiva confianza que tenía en su elocuencia y en su capacidad de convicción.

 Lo cierto es que la denuncia que lo llevó a prisión la puso él mismo.

Sucedió en el mes de marzo de 1895.

Wilde era ya un periodista respetado, un exitoso autor teatral… y un hombre casado con una bella mujer, Constance Floyd,  con la que tenía dos hijos preciosos, Cyril y Vyvyan. La vida le sonreía tanto que Oscar olvidó que vivía en una sociedad severa e inflexible que permitía algunos deslices, o lo que socialmente se consideraban deslices,  solo si las cabezas más destacadas de la sociedad así lo querían.

Por esta razón, cuando Wilde promovió un juicio por difamación contra el Marqués de Queensberry, padre de su joven amante, Lord Alfred Douglas, que lo acusó a su vez de haber pervertido a su hijo, perdió el juicio y acabó en la cárcel.  

Ahí comenzó su época más oscura.

De esta condena nacieron dos de sus obras más estremecedoras, el epistolario De profundis, que dedicó a su díscolo amante, y el conmovedor poema, La balada de la cárcel de Reading, escrito en Francia poco tiempo después de abandonar la cárcel.

Imagino a ese hombre  refinado padeciendo las penurias carcelarias, encerrado en una celda, hablando con las ratas y las cucarachas. Lo imagino mirando al ventanuco enrejado, intentando atrapar un rayo de sol, una mínima porción de libertad. ¡Cuántas noches en vela habrá pasado recordando sus glorias! ¡Cuánta tristeza se habrá acumulado en su alma al saberse víctima de la incomprensión y el retorcimiento del sistema!


“Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo, simpatizar con sus éxitos requiere una naturaleza delicadísima”.Oscar Wilde.


Oscar Wilde fue un hombre exuberante que desafió con su extravagante imagen de dandy, su amor por la belleza y la cultura clásica y su verbo punzante a la encartonada sociedad victoriana ávida de emociones. 

Wilde  disfrutó del  favor de sus lectores, que leyeron con apetencia sus relatos cortos; El príncipe feliz, El fantasma de Canterbury, El gigante egoísta o El ruiseñor y la rosa,  entre otros, y aplaudieron a rabiar sus piezas teatrales, desbordadas de ingenio e ironía. 

Los invito a leer  La importancia de llamarse Ernesto, El abanico de lady Windermere,  o Una mujer sin importancia.  No se arrepentirán.

Opino sin exagerar que Oscar Wilde fue demasiado para la sociedad victoriana.

Aún hoy continúa siendo excesivo para ciertos sectores conservadores.


“El amor comienza por engañarse a sí mismo, y a veces logra engañar al otro”.Oscar Wilde.


Agobiada por el escándalo, Constance Lloyd visitó a su marido un par de veces en la prisión, una de ellas para darle la noticia de la muerte de su madre. Luego lo abandonó, aunque nunca se divorció de él. 

Oscar Wilde tuvo que renunciar a la patria potestad de sus amados hijos, Cyril y Vyvyan, a los que su madre cambió el apellido por el de Holland para que no fueran víctimas del escarnio y la venganza de los enemigos de su padre.

Desgraciadamente, los hijos del escritor no heredaron su brillo aunque fueron “hombres de provecho”, según lo establecido. 

 

 Cyril murió en 1915, combatiendo heroicamente en la primera guerra mundial, y Vvyan devino autor y traductor, dedicándose a preservar la obra de su inolvidable padre. 

Murió en 1967, por lo que vivió para asistir a la tardía restauración y reconocimiento de Oscar Wilde como uno de los grandes autores ingleses de todos los tiempos.

Los hombres siempre llegamos tarde al llamado de la historia… Cuando llegamos…

Oscar Wilde murió en París, en 1900, dos años después de salir de la cárcel de Reading. 

Tal vez si despertase de la muerte y contemplase la  veneración de la que es objeto movería su gran cabeza lentamente y pronunciaría una de sus célebres frases:

“Cuando la gente está de acuerdo conmigo siempre siento que debo estar equivocado”.

Nuestro autor se encuentra enterrado en el parisino cementerio de Pere-Lachaise. La tumba, que exhibe una majestuosa escultura del artista estadounidense  Jocob Epstein, comenzó a llenarse de  besos de carmín que se acumulaban semana tras semana, mes tras mes, año tras año, coloreando la piedra muda. Besos de miles de admiradoras…

Hoy, un muro de cristal se interpone entre la tumba del escritor y los mimos de sus devotas. 

Al parecer, la grasa contenida en los lápices de labios dañaba el monumento pues cada limpieza provocaba la erosión de la piedra, que se volvía porosa. 

¡Cuidado! La pintura de labios puede ser corrosiva y devastadora.

Existe también una placa en la que se lee lo siguiente: "La memoria de Oscar Wilde se debe respetar. Por favor no desfigure esta tumba. Es un monumento histórico protegido".

Mientras Wilde pensaba que un beso puede arruinar una vida, las autoridades francesas piensan que muchos besos pueden arruinar una tumba.

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