Sobre el loco que se lanzó del edificio, mientras la gente lo alentaba


Hace unos días, un enfermo mental se lanzó de un edificio en un pueblo de Matanzas después de asesinar a su madre y agredir a dos personas en una escuela primaria que se encontraba próxima. Huyendo de la turba que lo perseguía para maniatarlo, decide escalar hasta la parte alta de la edificación. Fotos y videos que se hicieron virales en las redes sociales dan muestra de lo ocurrido. Una multitud que contempla al desgraciado, mientras la policía observa pasivamente los acontecimientos. Los bomberos no actúan. Se escuchan los improperios de la gente, mientras más personas se unen al coro que piden al hombre acabar de una vez con su vida. Noten lo más espeluznante: ni una sola voz pide al infeliz detener la acción que está a punto de realizar. El pueblo dicta sentencia basada en una impresión. Increpan al loco, lo invitan a su muerte y éste accede. ¿Suicidio o asesinato masivo? La muerte de la anciana es un crimen, y nadie discute la gravedad de la tragedia. Estamos de acuerdo. Pero no es un ser humano en sus plenas facultades quien las comete. Es un enfermo, atormentado por fuerzas que él no puede dominar y de las que es víctima. El grotesco espectáculo nos remonta a una época de barbarie, donde reina una chusma indiferente al dolor, deseosa de ver algo extraordinario. Nos remite a las ejecuciones públicas, ya con fuego, guillotina o garrote vil… pocos vomitan al final. Las instituciones capaces de intervenir prefieren unirse al público. Es una responsabilidad social proteger a los ciudadanos de un enfermo en estas condiciones, y a su vez, cuidar al enfermo de sus propios demonios. ¿Cuántas veces no se le pidió a las autoridades competentes atender al desgraciado? ¿Cuántas alarmas no sonaron antes de que ocurriera la desgracia? Pero nadie actuó. Miles de enfermos mentales o con trastornos deambulan en completo abandono por las calles de Cuba, sin medicamentos para tratar su enfermedad, padeciendo hambre, abusos, cualquier cosa que les pueda pasar. Algunos pueden ser una amenaza, pero otros lidian con sus terrores lo mejor que pueden. ¿Quién se cree en el derecho de condenar a un ser humano juzgándolo por la enfermedad que padece? ¿Quién está libre de locura? Nadie. Ese que gritó: “lánzate”, también puede amanecer un día escuchando voces en su cabeza. Lo que ha hecho la gente que contemplaba este espectáculo, fue como pedirle a un ciego que camine sin miedo donde lo espera un abismo; alentar a un niño probar un veneno que cree es alimento. Empezamos empujando a los locos y terminaremos en el abismo nosotros mismos. 

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Comentarios

  1. Todo es culpa de este país que nos tiene así, dime si no es justo que ese muchacho estuviera internado en un lugar donde pueda estar seguro, y si así como el hay miles en todo este país . Seguiremos así o peor

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